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Ilusionados por la política

Por Félix de la Fuente

El Mediterráneo no es ya el 'mare Nostrum'


El Mare Nostrum de los romanos es actualmente el mar de los negocios sucios y la tumba de miles de jóvenes inocentes. Hace nueve años exactamente me referí por primera vez en este periódico al tema de la inmigración. Dije entonces que el Mediterráneo era el cementerio de miles de jóvenes africanos y que se podía convertir en el cementerio de Europa, el lugar donde quedara enterrado ese proyecto ilusionante que se llamaba Unión Europea. Hoy, esas palabas tienen más actualidad que nunca.

Sé que la inmigración actual es un problema que no se puede resolver en dos días, pero estamos viendo cómo la situación de entonces no ha mejorado. No hay excusa que los libere a los políticos europeos de su incompetencia y de su responsabilidad. Hay otras formas de abordar este problema distintas de las que se están adoptando actualmente. He visto con mis propios ojos, pues yo también he sido emigrante, cómo se puede afrontar el problema con eficacia y humanismo. Así lo hizo Alemania durante la segunda mitad del siglo pasado.

Este problema no se resuelve con cheques millonarios, como hace la UE o dejándolo en manos de gobiernos africanos, que no tienen interés en resolverlo, porque, mientras no se resuelva, tienen una fuente inagotable de ingresos.  A esto se llama externalizar el problema o en román paladino "lavarse las manos". Canarias y el Mediterráneo son también fronteras de la UE. Todos los países miembros de la UE deben implicarse. No es solidario que los países del Sur carguen con los gastos de acogida y los países del centro y del Norte se beneficien después de esa mano de obra barata que son los inmigrantes. Son muchos los que se están beneficiando de este negocio y no solo las mafias.

No se puede negar el derecho de un país a limitar la entrada a extraños por motivos de seguridad nacional o por simples razones económicas. Las capacidades de muchos países son limitadas. Pero por encima de este derecho de los países está el derecho que tiene toda persona a aspirar a una vida mejor y a emigrar a otro país "Todo el orbe es de alguna forma una república", nos dice ese dominico-jurista del siglo XVI, Francisco de Vitoria, que es el padre de los derechos humanos y que defendió como nadie los derechos de los indios.  Hoy sería el defensor de los emigrantes con los mismos argumentos con los que defendió a los indios. Todo el orbe, "que en cierta manera forma una república, tiene la potestad de emanar leyes justas y a todos convenientes, como son las del derecho de gentes [...] y ninguna nación puede darse por no obligada ante el derecho de gentes, porque está dado por la autoridad de todo el orbe".

No descarguemos nuestra ira contra los cayucos o contra esos emigrantes de otros países o de otras razas que llenan nuestras ciudades, pues la mayoría son personas pacíficas. Descarguémosla contra las mafias y, en la misma medida contra nuestros políticos. Responsabilicemos a éstos por su incompetencia para luchar contra esas mafias, por no hacer nada por la integración de los emigrantes, por no buscar una solución a los miles de jóvenes emigrantes que deambulan por nuestras calles buscando chatarra o pidiendo limosna. Si                  está creciendo la xenofobia, no es por culpa de los cayucos o de los emigrantes sino por la incompetencia de nuestros gobiernos para solucionar el problema.

El Mediterráneo debe volver a ser el Mare Nostrum, el mar de toda Europa, pero también el mar de África, y nunca el mar de las mafias.