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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

La obesidad es una enfermedad


Desde hace ya bastantes años se trata la obesidad como algo más complejo que una actitud ante la vida. Si bien es cierto, es una patología compleja dado que hay pacientes cuya obseidad es secundaria a otro problema que no se puede resolver o, al menos, no es tan sencillo. Pero la desidia con el cuidado del organismo puede llegar a afectar desde pequeños problemas de salud, hasta enfermedades completamente limitantes e, incluso, la muerte. Cada acto que se realiza como fumar o consumir alcohol contribuye de la misma forma que no dormir, abusar de ciertos alimentos o el sedentarismo.

En los últimos años se habla de la gordofobia como un elemento a erradicar. Se ha puesto de moda que las personas deben cumplir un estándar físico por encima de un deportista de élite, con un porcentaje irrisorio de grasa y un volumen muscular excesivo.Sin embargo, la estética no implica salud, por tanto, no es realmente un marcador de que alguien esté mejor o peor que otro a la hora de hacer comparaciones. Básicamente porque esto responde a la versión simplista de la obesidad, de la persona sedentaria y con ingestas calóricas masivas.

Tal como lo cataloga la OMS, "la obesidad es una compleja enfermedad crónica que se define por una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud". No es una decisión mal tomada en un momento dado, más bien, una situación mantenida en el tiempo por diferentes motivos que precisa un tratamiento, como cualquier otra enfermedad. Sin embargo, igual que cuando hablamos de adicciones, el primer paso es reconocer el problema, su magnitud y poner voluntad para revertirlo.

El gran problema de la obesidad no es la estética y esto debe quedar bien claro. Es que si no se trata, puede ser coadyuvante o desencadentante directo para otras enfermedades. Y de forma populista, siempre está quien alega eso de comer menos y moverse más, pero evidentemente no es tan fácil. Es como si a un adicto a la cocaína le das como receta mágica que deje de consumir, banalizando el problema y haciendo ver que todo era muy sencillo.

La mayoría de la población con obesidad no concibe su problema real. Y tampoco se soluciona fácilmente con recetas milagro o con famosos productos dietéticos. Su tratamiento necesita mucho tiempo y no siempre se obtiene el resultado estéticamente esperable, lo que supone un abandono. Los pacientes abarcan desde quien se excusa bajo el nombre de enfermedad justificando la falta de actitud para cambiar, hasta quien no tiene capacidad o apoyo para tomar las medidas de forma continuada y servera. Por degracia, no se resuelve con una pastilla o santiguándose con agua bendita, su tratamiento puede suponer varios años.

Muchas de las enfermedades que son consecuencia de padecer obesidad se pueden apañar (no resolver) con un fármaco. Pero es cierto que resulta más sencillo poner un parche que la solución definitiva, a pesar de que en la mayoría de casos ni siquiera se le de una oportunidad al cambio. Por ejemplo, si una persona obesa, joven y con hipertensión arterial inicia un cambio de alimentación y ejercicio físico, probablemente mejore e, incluso, resuelva su problema definitivamente.

Si nos centramos en el paciente prototipo con mala alimentación y sedentario, podremos ayudarle más fácil que en los casos médicos complejos (pacientes con enfermedades autoinmunes, con lesiones digestivas, con problemas de movilidad, etc). Sobre los hábitos alimentarios, no es solo cuestión de modificar los alimentos, muchas veces el problema es la cocción de los mismos. Incluso, puede  que todo ello esté bien y sea un exceso de ingesta. Por otro lado, cuando hablamos de ejercicio, no es imprescindible correr maratones. Probablemente, una persona sedentaria comience a peder peso solo con empezar a caminar una hora al día a la vez que modifica su alimentación.

Uno de los factores que pueden motivar a quien padece obesidad es el ahorro económico. Es fácil notarlo si se ingiere menos cantidad y se empieza a usar como medio de transporte el coche de San Fernando (unas veces a pie y otras, andando). Disminuir el vehículo privado obliga a moverse y gastar energía, incluso cuando se va a utilizar el transporte público. Al final, abordar las dos principales causas producirá una mejora más rápida y motivadora.

Al final, la obesidad pasa de padres/madres a hijos porque es un hábito muy sustentado y afianzado. Las modificaciones en el día a día no solamente reducen el problema real sino uno potencial, uno del futuro. Mantener un equilibrio, educarse a uno mismo y también a los descendientes reduce toda la patología asociada como: las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, los trastornos neurológicos, las enfermedades respiratorias crónicas o los trastornos digestivos. No es por estética, es por salud.