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Clásico

Desde mi Tribuna

Por Juan Postigo Vergel

La canción que creo que no te mereces


Decepción, desilusión, tristeza. Las palabras se arremolinaban en la cabeza de cualquier aficionado del Real Valladolid recién culminado el fracaso de temporada frente al Atlético de Madrid hace unos días. Era solo la guinda al desastre, a algo que habíamos venido viendo desde hacía meses. Que sí, que queda muy cuñado eso del "ya te lo dije", pero es que en este caso se trata de una obviedad. El Pucela se fue hundiendo lenta, muy lentamente, y los últimos partidos fueron un apoteósico final con torpedos y bombas para terminar de rematar al barco.

 

Frente a Valencia, Villarreal y Real Sociedad. La confirmación frente al Atleti. Solo golpes en la cara, uno tras otro, para lo que nos habíamos empeñado en suavizar a lo largo y ancho de toda la temporada. Fuimos tontos, conformistas. "Esto ya se remontará". "Si en realidad el equipo tiene mimbres, ya mejoraremos". Y al final, engullidos por nuestra propia incompetencia.

 

¿Pero saben qué? Lo peor de todo esto no es el descenso a Segunda, que también. Lo peor es que el Real Valladolid ha ido un paso más allá y ha conseguido arrancar de cuajo la ilusión y la alegría de la afición. El equipo ha conseguido que me ocurriera algo que no me pasaba desde hacía años: que llegara el fin de semana y no me apeteciera tanto ver su partido.

 

Creo que no soy excepción. Estoy seguro que los seguidores blanquivioletas, este año sin presencialidad en el estadio, han suspirado en más de una ocasión al ver el horario pertinente para ese fin de semana. "Pues habrá que verlo...", suspiraba un compañero cuando se enteraba de ello, como si fuera al matadero. Y es que eso es lo que han logrado, que nos sintiéramos como si nos fueran a degollar en cada encuentro.

 

Esto va a ser lo más difícil de remontar para el club. Al fin y al cabo, los partidos se vuelven a ganar, habrá alegrías el año que viene. Pero será con la sensación en la cabeza de que se nos tomó el pelo y hubo poco caso a la afición y mucha cabezonería. Se trata de lo más desolador.

 

P.D. 'La canción que creo que no te mereces', de Carolina Durante.