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Clásico

Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

Afán de confrontación política


Los gurús de algunos partidos políticos, los cocineros de las estrategias gubernamentales, consideran que los ciudadanos somos unos cretinos, una panda de indocumentados. Nos intentan manipular -y a menudo lo consiguen- con burdos trucos mediáticos, con engaños descarados y hasta con sonoras mentiras. Todo vale para atrapar y mantenerse en el poder. Maquiavelo en estado puro.

En efecto, el fin justifica los medios. En la política actual se visualiza con claridad. En España y en todo el mundo. Puigdemont, Sánchez, Trump, Netanyahu, Putin... son ejemplos muy representativos. Los ciudadanos lo consentimos con una llamativa naturalidad. Trabajamos para salir adelante, pagamos impuestos, votamos dado el caso y tragamos con las ¿brillantes? propuestas de los ideólogos de la poltrona.

España está dirigida por un gobierno de progreso. Así nos lo han vendido. Y resulta que los seis votos de Junts que mantienen dicho gobierno son tan de derechas, que a la primera de cambio no se han podido reprimir con la exigencia de la delegación para Cataluña de las competencias en materia de inmigración. El presidente Sánchez ha cedido a cambio de no jugarse el puesto, aunque ahora nos intenten marear con las distintas interpretaciones sobre el susodicho acuerdo.

¿Pero qué tiene de progresista delegar en una comunidad autónoma la política estatal sobre inmigración? ¿Nos enviarán desde Cataluña a los demás a los inmigrantes que ellos no quieran? ¿Resulta progresista privilegiar a unos ciudadanos frente a otros por la necesidad de votos en el Congreso? ¿Es progresista invertir más en unos territorios que en otros por necesidades del guion político del momento? ¿Es progresista amnistiar a condenados y prófugos a cambio de votos para mantenerse en el sillón presidencial?

La actual legislatura política ha empezado como se esperaba. El mercadeo de prebendas es la máxima del nacionalismo. El prófugo exigiendo y el presidente tragando. ¿Cuánto tiempo asistiremos a esta tragicomedia? Por más que me lo explican en tertulias y espacios de opinión los expertos en argumentarios de Moncloa, que lanzan a diario a sus huestes a impartir doctrina, no lo entiendo. Lo del seudo progresismo, digo.

El progresismo se sobrealimenta en este país de sacar a pasear constantemente a la extrema derecha (y a Franco cuando hace falta) como mejor argumento. Y funciona porque el nacionalismo de derechas (JxC y PNV) también apoya al supuesto gobierno de las izquierdas. Es legítimo. Lo que resulta un inmenso engañabobos es defender que la delegación de competencias en inmigración es política progresista. ¿De verdad?

Repetiré una vez más que, en las circunstancias electorales actuales, soy netamente partidario de acuerdos entre PSOE y PP para las cuestiones de Estado. Para las cosas del comer, que diría mi padre. Me consta que eso no resulta verosímil visto el percal. El sistema electoral español es absurdo y hace posible que menos de cuatrocientos mil votos decidan la vida de 48 millones de paisanos. No tiene sentido, pero los nacionalistas están encantados con el chollo.

Sánchez, fiel seguidor de Zapatero, ha cogido el testigo ideológico de los cordones sanitarios. Cuanta más confrontación política, mejor. Cuanto menos entendimiento con el contrario, más rédito de poder. Polarizar es el credo del nuevo socialismo (lo llaman sanchismo). "Que vienen las derechas"... Y, por lo visto, este afán de confrontación política funciona en un Estado cada vez más cogido con alfileres. La boina manda y los de siempre chupan del bote. Particularmente, soy más partidario de la alternancia en el poder. Ha dado buen resultado en España los últimos 46 años. A los hechos me remito.

Mientras tanto, Puigdemont debe estar partiéndose de risa con su personal saqueo y manipulación del Estado. Volverá en olor de multitudes, amnistiado en vez de preso como prometió en campaña el presidente...