Hoy en día León no tiene posibilidad alguna de convertirse en la comunidad autónoma española número 18. En el futuro nunca se sabe. Es legítimo que un gran número de leoneses aspiren a ello, pero me temo que están siendo engañados por los dirigentes políticos que defienden el leonesismo como la única solución a los serios problemas de una provincia en evidente retroceso económico y demográfico. Es evidente que habría más cargos institucionales a repartir.
Días atrás la Diputación de León, con el voto favorable de PSOE y UPL y el contrario de PP y Vox, ha aprobado una moción que reclama la autonomía para la Región Leonesa, es decir para las provincias de León, Zamora y Salamanca. La propuesta es imposible, de entrada, porque tanto zamoranos como salmantinos están a otra cosa, pero como en política todo vale… Como mal menor, socialistas y leonesistas apuestan por una autonomía uniprovincial. Para rizar el rizo, el alcalde de León, el socialista José Antonio Díez, se ha inclinado por una autonomía con Asturias...
La iniciativa de la Diputación no tiene oportunidad alguna de salir adelante en las Cortes Generales porque el PSOE nacional ya ha dejado claro que la autonomía de León no va a ninguna parte. Los fuegos artificiales del momento, promovidos por el leonesismo ideológico, sólo servirán para frustrar más aún a los leoneses, que con tanto humo apenas distinguimos ya el grano de la paja.
El motivo por el que el leonesismo está en auge tiene mucho que ver con la constante pérdida de población de una provincia que antes del Estado de las Autonomías figuraba en un lugar más relevante en el contexto económico nacional. León no se ha repuesto aún del traumático cierre de la minería del carbón, que no recibió en absoluto la solución de la cacareada reconversión industrial. Se invirtió mucho dinero en prejubilaciones y se dilapidaron millones de euros en inversiones absurdas, sin lógica y sin aportar puestos de trabajo de futuro. Se perdieron miles de puestos de trabajo a cambio de miseria. No se pudo gestionar peor la situación. Eso sí, algunos mejoraron notablemente sus cuentas corrientes e incluso las otras...
León no ha recibido en décadas las inversiones necesarias, las infraestructuras que aporten valor añadido. Pese a los cantos de sirena, los distintos gobiernos centrales no han mirado con cariño hacia León. La Junta no ha sido capaz de ganarse el corazón de sus gentes. En general, tampoco los políticos leoneses han sabido dar respuesta a la demanda social de un futuro mejor para las generaciones venideras. La pérdida de población es sangrante. El último año han sido casi cuatro mil habitantes menos en la provincia, pero ha habido ejercicios en los que se ha llegado a los seis mil. La inmensa mayoría de los que se van son jóvenes, que buscan mejores expectativas de vida laboral en otros lugares del territorio nacional o internacional. Los dos motores históricos de la provincia de León, la extracción minera y la agricultura, ya no aportan la riqueza que llegaron a alcanzar en sus buenos tiempos. El envejecimiento de la población es palmario.
Hubo una época en la que los jóvenes leoneses de las cuencas mineras y de las zonas agrarias de regadío lucían unos cochazos que ya hubieran querido para sí los universitarios y muchos de los trabajadores de la ciudad. Hasta el pujante comercio de la capital se está yendo al traste. Sólo el turismo ofrece alguna expectativa. La depresión social crece y así las cosas, la Unión del Pueblo Leonés viene recogiendo el descontento general de los ciudadanos, que – curiosamente - también desconfían cada vez más de la clase política. Ahora el PSOE también ha abrazo el leonesismo.
El gran argumento leonesista para defender la autonomía número 18 es que los problemas de León se acabarán fuera de la actual configuración autonómica, al margen de Castilla. Incluso los más apasionados repiten aquello de 'Castilla nos roba', que tanto recuerda al 'España nos roba' del independentismo catalán. Cada cual que crea lo que quiera, lo único cierto en términos económicos es que León es una provincia que gasta bastante más de lo que produce.
Lo he escrito y dicho alguna que otra vez y lo repetiré ahora que se me permite: Los leoneses nos merecemos mejores políticos, mejores gestores, más sensatos, más innovadores y con iniciativa propia. Menos llorones y con más talento. La mayoría seguramente harían mejor labor en otra profesión, claro que para eso hay que tenerla...
Y para que conste: Me siento leonés, ni leonesista, ni regionalista, ni nacionalista. Por supuesto, español, europeo y ciudadano del mundo.