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Clásico

Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Sostenibilidad en una sociedad líquida


La definición más conocida de sostenibilidad es aquella que se aplica al desarrollo, de manera que es el crecimiento que asegura las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de futuras generaciones. Para mí es además “la idea central unificadora más necesaria en este momento de la historia de la humanidad" (Bybbe 1991)… de ahí que mi pseudónimo sea “Misión sostenible”. Consciente de que comunicar sobre estos temas es tan bello como difícil, me considero afortunada y estoy muy agradecida por esta posibilidad para compartir mi pasión, mi opinión y experiencias.

 

Desde que llevo interesándome por la sensibilización ambiental he podido constatar que no basta con explicar los efectos del calentamiento, la contaminación en sus distintas formas o la perdida de la biodiversidad, para conseguir modificar la conducta humana que degrada el medio ambiente. Poner los datos y análisis científicos a disposición del público ya no es suficiente. Se necesita además traducir esta información en conceptos estimulantes, en mensajes más positivos que sepan competir con el “ruido” mediático que desvía constantemente nuestra atención.

 

Por lo general, los humanos necesitamos saber por qué y sobre todo para qué tenemos que escuchar o aprender algo antes de involucrarnos. De manera, que habría que empezar por tomar conciencia de la necesidad de saber, de informarse y de conocer. En algunos casos, convendría además reducir el alarmismo que acompaña a los titulares ambientales, ya que nos dan la impresión de que estamos antes problemas demasiado grandes como para ocuparnos de ellos.

 

Por eso es fundamental motivar e implicar a las personas, o dicho de otro modo, seducirlas; y para ello no hay nada más poderoso que trabajar con las emociones, conectando con los motivos que nos hacen actuar de una manera determinada. Si queremos mejorar la conducta ambiental, el individuo tiene que percibir los beneficios personales del cambio hacia un comportamiento más sostenible. Tiene que comprender que el cambio de su conducta es importante, que vale la pena y que es alcanzable. Se necesitan pues personas bien informadas, pero sobre todo motivadas y comprometidas.

 

Proteger y conservar nuestro entorno es mucho más que plantar árboles o reciclar nuestros residuos. Requiere realizar cambios de conducta más profundos, basados en la elección de cada individuo, en las decisiones que tomamos y en las acciones que realizamos. La conservación del planeta es algo intrínseco a nosotros, la voluntad de cambiar está dentro de cada uno. Se trata pues de cambiar de actitud, asumir nuestra responsabilidad y actuar en consecuencia.

 

Este cambio de actitud es todo un reto en nuestra sociedad líquida (concepto de Zygmunt Bauman). Aunque en principio, lo líquido es un concepto positivo, que denota fluidez y movimiento, también encierra un sentimiento de incertidumbre e inseguridad. Lo que hoy es, puede que no exista mañana. Eso supone por nuestra parte un gran esfuerzo de constante adaptación, lo que contrasta con la sociedad sólida, vivida por nuestros abuelos, basada en patrones estables que aportaban soluciones permanentes y definitivas a la mayoría de los problemas. Este sentimiento dominante de inestabilidad y transitoriedad se asociada a la rapidez y se extiende prácticamente a todos los ámbitos de nuestra vida, como bien apunta el escritor estadounidense Thomas Friedman, en su último libro Thank you for being late.

 

Pues bien, ahora surge la cuestión de saber cómo pueden prosperar los principios de la sostenibilidad en un mundo líquido; cómo se puede asegurar hoy que las generaciones futuras puedan satisfacer sus necesidades en un mundo tan cambiante, tan imprevisible, en un tiempo tan incierto; cómo podemos asumir ese compromiso a largo plazo cuando las relaciones humanas son flotantes y los lazos solidarios tan frágiles. ¿Somos capaces de aceptar esta responsabilidad hacia los demás, cuando surfeamos en las olas de la incertidumbre? Dicho de otro modo ¿es que lo líquido puede ser a la vez duradero?, ¿no existe una cierta contradicción entre la modernidad líquida y la sostenibilidad?, ¿no serían dos tendencias que se orientan en sentidos opuestos? Dejaré abierta estas preguntas por si hay alguien que quiera también opinar…