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Clásico

Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Movilidad urbana, una cuestión de salud


Desde hace varios años, la Comisión Europea invita a las ciudades a organizar la Semana Europea de la Movilidad, cuyo objetivo es la puesta en marcha una nueva cultura de movilidad urbana a través de la promoción de transportes sostenibles. Consultando la página Mobilityweek de la Comisión sobre las actividades previstas para esta semana, sorprende ver que España figura entre los primeros países por el número de actividades registradas a realizar durante esta semana. No es de extrañar porque en nuestro país, hay algunas ciudades galardonadas por sus esfuerzos para promover la movilidad sostenible, como por ejemplo, León que en 2006 obtuvo el premio por introducir medidas permanentes para mejorar la movilidad y luchar contra el cambio climático.

 

La semana de la movilidad es una de las campañas europeas más exitosas en Europa. Sin embargo, la mayoría de las ciudades se enfrentan aún a grandes retos, como por ejemplo, el de organizar la campaña de información y el conjunto de actividades con bajo presupuesto. La falta de financiación limita en gran medida el efecto y el alcance de la Semana de la Movilidad en muchas ciudades. Además, rara vez se realiza una evaluación del impacto de la campaña a largo plazo. Son pocos los políticos que se implican sinceramente en este tipo de iniciativa, pues piensan que los resultados de la campaña se verán en un futuro lejano, quizás cuando ellos ya no estén en el poder. Otro gran reto es mejorar la planificación del transporte en la ciudad durante la semana que dura la campaña. Esto requiere la previsión de incentivos para promover un transporte público de calidad, el uso de la bicicleta o los desplazamientos a pie y de coordinación de los usos del suelo en los niveles administrativos adecuados. Hay que evitar el error de limitarse a cortar el tráfico en el centro de la ciudad, como medida de concienciación. Las soluciones han de ser «a medida», basarse en una amplia consulta del ciudadano y de las otras partes interesadas, y fijarse metas siempre con los ojos puestos en la situación local concreta.

 

Más allá de la campaña de sensibilización de esta semana, no hay duda de que la movilidad urbana es una cuestión de salud pública; ambas están profundamente interrelacionadas. Los niveles de contaminación atmosférica y el ruido afectan al sistema respiratorio, nervioso, agravando las enfermedades respiratorias, la ansiedad, etc.

 

La planificación urbana ha de contener una buena oferta de transporte público para todos, de esta manera se combate también los altos índices de obesidad; el uso del transporte público generalmente implica caminar hasta llevar a las paradas de autobús o estaciones de tren. Un diseño inteligente de una ciudad tiene que ser capaz de transformar también la periferia (generalmente polígonos decadentes tras la crisis) en zonas verdes de esparcimiento y bienestar.

 

Ahora que nuestros políticos locales están a punto de despertar para las elecciones del 2019, deberíamos exigirles más responsabilidad con respecto a nuestra salud; en concreto que se impliquen en el desarrollo de unos planes de movilidad urbana sostenible eficaces, junto con el presupuesto necesario para alcanzar los mejores resultados.

 

mision.sostenible@gmail.com