Gran parte de las grandes y medianas ciudades están experimentando, de manera silenciosa, importantes transformaciones socioeconómicas, que se derivan de los procesos conocidos como “gentrificación”. Este fenómeno, que se surgió por primera vez en la ciudad de Manchester, consiste en generar, de manera planificada, el deterioro socioeconómico del centro de la ciudad, con el objetivo de hacer caer los precios de la vivienda. Al mismo tiempo, se introducen bandas de delincuentes con el fin de provocar inseguridad por el aumento de violencia. La población residente en el centro se ve obligada a desplazarse a la periferia. Momento que es aprovechado por los grandes fondos de inversión para comprar edificios enteros a muy bajo precio, con el fin de reformar íntegramente las viviendas, que se venderán a un mayor precio a nuevos habitantes, generalmente con profesiones liberales, autónomos, artistas, etc. Se consigue, así, aumentar la plusvalía de estos inmuebles, desplazando así a los primeros habitantes de la zona con menos recursos económicos.
De esta manera, un nuevo centro urbano se va formando, donde desaparecen los comercios familiares, los clásicos ultramarinos, las tiendas del barrio para ceder el espacio a las grandes multinacionales, como Starbucks, Zara, McDonald’s, etc. El proceso de gentrificación genera centros urbanos simulados, todos planificados según un mismo patrón, eliminando la forma de vida cotidiana tradicional que no genera plusvalía. Las calles se vacían de su propia historia, desaparecen las tradiciones, se privatiza el espacio público con el uso de la calle para fines comerciales como, por ejemplo, las terrazas de negocios de restauración.
Los procesos de privatización del espacio público se intensifican en ciudades receptoras de turismo de masas, convirtiéndolas en ocasiones en victimas silenciosas de las consecuencias derivadas de la aparición de los alojamientos turísticos (AirBnB, Booking, etc), del incremento de la oferta hotelera y de servicios de restauración, de las molestias sonoras por aumento de vuelos bajo coste o la edificación incontrolada en las zonas costeras. Este proceso de turistificación incide en la transformación social y económica de una ciudad, que va perdiendo sus rasgos culturales y sociales para convertirlos en un producto comercializable cuyo rendimiento económico no siempre retorna al origen. En ocasiones, este proceso de turistificación desemboca en movimientos sociales de rechazo y desprecio de los residentes habituales hacia los turistas (ej. Barcelona). Se prevé que el sector turístico experimente un proceso de transformación profunda abandonando patrones de negocios insostenibles, como consecuencia de la crisis en el sector debido a la pandemia, de manera que las actividades turísticas se realicen respetando los recursos naturales, evitando la contaminación y conservando el patrimonio histórico y natural de las ciudades.
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