Muchos nos educamos con el "una torta a tiempo salva ciento", esto es lo más fácil pero no funciona. Al pegar a un niño por portarse mal, solo les enseña a tener miedo, pero no les hacen reflexionar, entender lo que hizo estaba mal. El niño aprende que la figura de los padres, que le da la seguridad, humilla. Si ocurre esto el pequeño tendrá un sentimiento de venganza. Pegándole vas a trasladar la idea de que para tener poder necesitas hacer daño, de que la palabra o el diálogo no sirven.
Los cachetes, generan secuelas en el desarrollo cerebral de los menores, baja autoestima, dificultades para relacionarse, falta de comunicación con sus padres, la mentira para evitar el castigo, suelen presentar altos índices de fracaso escolar. Es habitual que sean adultos con cuadros depresivos; además de que pegará a su hermano, a los compañeros del cole y ti como padre o madre cuando sea mayor. Fomentará el mal ambiente en casa. Los padres tendrán una frustración cuando la técnica del bofetón", va perdiendo efecto a medida que el niño va creciendo. Y no queremos que cuando sean mayores nos recuerden con la zapatilla en la mano
Cuando un niño no es educado en el amor, sino en el miedo no aprende a amar sino a defenderse. El niño debe crecer en un ambiente seguro, sin gritos sin amenazas. Hay que serenar el ambiente en casa, a veces nuestra reacción es producto del ritmo que llevamos. Los niños palpan ese estrés. Si queremos educar con serenidad, necesitamos entrenar nuestra paciencia e ir a otro ritmo. Aprenden a controlar la ira y la frustración a través de los modelos de sus padres.
El respeto se gana, no se impone. Si no entendemos que el respeto se gana con admiración y no con miedo, en lugar de educar estaremos amaestrando.
Si no puedes controlarte, debes formarte. Pero no con la pedagogía del marujeo, sino con pedagogíacontrastada. Algunas sugerencias. Anticipar las consecuencias, deben ser lógicas, coherentes, razonables e ir dirigidas a reparar el daño. Que las consecuencias tengan que ver con lo que hizo. Con límites claros, consistentes y breves. Ser firme no es ser violento.
Si ves que te estas mosqueando, y que vas a perder el control, ¡para! pues seguro que no quieres que tus hijos tengan esa imagen de ti. Respetar sus tiempos. Queremos que lo hagan todo y que lo hagan ya y los niños van agobiados a nuestro ritmo. Una de las frases que tumba el amor, es el "te lo dije", cuidado con lo que decimos, el amor incondicional no se supone se demuestra.
Cuando el niño está desbordado emocionalmente lo mejor es darle nuestra calma y no unirse a su caos. Recuerda el refuerzo positivo puede motivar a tu hijo a adoptar comportamientos más sanos y adecuados.
1. Palabras que expresen con claridad nuestros sentimientos, pero sin atacar al niño. Frases cortas, aunque firmes: "Estoy muy enfadado...". "Espero que cuelgues el abrigo nuevo y no lo dejes tirado por el suelo". No conviene decir nada sobre el carácter del niño ("eres un desastre"). Podemos decir cómo nos sentimos, pero sin necesidad de insistir en lo "malo" que es el niño. Ponerse a su altura, mirarle a los ojos, utilizar un buen tono y gesto y decirle que comprendemos su enfado, que en su caso estaríamos igual, pero que no nos haga daño ni nos insulte, que nos pone tristes y que nos duele.
2. Irse. La mejor palabra de cuatro letras para cortar una pelea subida de tono.
3. Hacer las paces cuando la tormenta ha pasado.
Recuerda es un niño y te pide ayuda de la forma que sabe. Las rabietas, por ejemplo, son un momento en el que los padres pueden poner a prueba los límites de su paciencia. Tratar de controlar una rabieta es como intentar detener una tormenta. Se trata de momentos que sufren los niños cuando no entienden por qué decimos "no" y que desencadenan este tipo de comportamientos porque son incapaces de manejar su frustración.
"Lo mejor es esperar a que pase la rabieta. Quedarse a su lado para que se sienta seguro mientras la tormenta lo sobrepasa. A veces, si los padres lo acarician suavemente se puede calmar. Cuando haya pasado la rabieta, hable con él sobre lo que ha pasado. Aproveche para enseñarle lo que son los sentimientos, lo fuertes que pueden ser y cómo se llaman. También le puede explicar por qué dijo "no" y que entiende por qué se siente frustrado. Cuéntele lo que usted hace cuando se siente así. Asegúrese de decirle que lo quiere, aunque esté triste, enfadado".
Hay que tratar de averiguar las razones que puede haber detrás de un comportamiento difícil: que se haya alterado su rutina y que el niño tenga hambre, esté cansado, aburrido, o incluso sobreexcitado; o puede ser que esté atravesando por una situación que le puede provocar ansiedad (nacimiento de un hermano, separación de los padres, cambio de colegio, etc.).
"Los niños buscan refugio, no rechazo". Junto a los límites y valores necesitan ternencia: mitad ternura y mitad paciencia. Ternura es hacernos sentir que somos merecedores de la vida que habitamos.
Se escuchaban los gritos alterados de un hombre regañando a su hijo: -Levántate pronto , lávate la cara , los dientes , péinate , ponte la camisa... date prisa, tienes que ir a clases. ¿Sabes qué?... Ya no hay tiempo para que desayunes , en el camino tomarás el zumo , pero no lo vayas a tirar... ¿Qué te dije , tonto? Ya te manchaste la camisa. Me tienes harto , nunca aprendiste a hacer bien las cosas.
El chiquillo guardaba silencio, sabía que le podía ir peor. Estaba tan atemorizado que ni siquiera podía decirle "papá". En la escuela , constantemente era reprendido por su maestra porque se distraía. Siempre pensando por qué no podía ser feliz como los demás niños.
Esa tarde al regresar a casa, sin saber por qué, se atrevió a romper el silencio y dijo:
- Hoy me preguntó la maestra en qué trabajas y no supe qué responder. Yo entreno perros , dijo el hombre.
- ¿Y para qué los entrenas? dijo el niño.
- Los enseño a ser obedientes a sentarse, a echarse , a quedarse quietos, a brincar obstáculos, cuidar la casa, cuidar y proteger a los niños, los entreno para rescatar personas , para salvar vidas localizando explosivos, para ayudar a caminar a las personas ciegas!
Con mucho interés seguía preguntando:
- ¿Y les pagan a los perros por hacer todo eso? Claro que no, dijo él.
A cambio reciben mucho amor, atención y cuidados de parte de sus dueños o de quienes trabajan con ellos.
- ¿Y cómo logras entrenarlos?
- Es muy sencillo, dijo. Solamente les pongo una cadenita los llevo a pasear, camino y hablo con ellos y poco a poco les voy enseñando.
Cuando no hacen bien los ejercicios los corrijo firmemente pero sin lastimarlos , después los acaricio para que sientan que no estoy enfadados con ellos... Pero se necesita mucha paciencia...
El pequeño, muy emocionado y casi con lágrimas , levantó su carita inocente y dijo: "¡Papá, ponme la cadenita!". Yo también quiero salir a pasear y hablar contigo , quiero aprender muchas cosas de ti , quiero que me corrijas si lo hago mal y después me acaricies para sentir que no estás enfadado conmigo. A cambio yo seré un niño obediente , no te haré enfadar más , cuidaré la casa , aprenderé a cuidar a las personas a salvar vidas... Ah! y si un día tú quedaras ciego , yo te ayudaré a caminar! ¡Por favor , ponme la cadenita , solo tenme paciencia!
El hombre aquel , estalló en un sollozo profundo que le desgarró el pecho y al abrazar a su hijo , sintió que de su corazón salía una cadenita que rápidamente se enlazaba con el corazón de su hijo.