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Clásico

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Por Andrés Miguel

Ser europeo hoy?


En el día a día nadie se siente especialmente europeo, nadie se levanta de buena mañana y se dice a sí mismo, “joer qué europeo me siento hoy, voy a darme una vuelta por el Bundesbank”, bueno, nadie salvo De Guindos y otros tres afortunados que se lo llevan crudo entre el sueldo y la Visa Oro.

 

Sin embargo, pese a no darnos cuenta, todos somos, inevitablemente europeos, quizás afortunadamente europeos, aunque eso esté por demostrarse; a mí me cuesta mucho creerlo.

 

Mauricio Wiesenthal afirma que ser europeo es “vivir en un continente pequeño, conservando durante siglos memorias sagradas que el corazón confunde con sencillos recuerdos, descifrando manuscritos borrosos y libros herméticos, buscando consuelo a las noches del alma entre velas e iconos, coleccionando frivolidades queridas (bagatelas, a veces) y preciosos detalles…. Y eso modela nuestro carácter, diferencia nuestras lenguas – cada una de ellas colmada de palabras maravillosas para nombrar los pensamientos de la cultura y los sentimientos de la civilización -…

… Por eso también nos hemos enfrentado más veces entre nosotros mismos, porque tenemos nuestras diferencias inquietantemente cercanas… ser europeo es sentirse hijo de la civilización, del trabajo y del espíritu: poder vivir con sencillez en una aldea pequeña, rodeada de castillos antiguos y granjas laboriosas…

… Y, como no existían ni el cine ni la televisión, la gente no podía pasarse la noche viendo pasiones fingidas en una pantalla, sino que vivían sus propios dramas y, a veces, se amaban en un folletón loco y verdadero”.

 

El autor define, quizás, lo que era ser europeo en los albores del S.XX, pero, para mí, la definición, aunque válida en parte, se ha quedado añosa con el paso del tiempo.

 

Lo que hoy es sentirse europeo no es nada. Al contrario de lo que Parménides pensaba, el ser no es. Nos sentimos tan escasamente UNOS que permitimos que un tercero ataque cruelmente, si no a uno de los nuestros, sí a un país hermano (con el que la Unión Europea firmó, en 2014, un Acuerdo de la Asociación con el objetivo de acelerar las relaciones políticas y económicas y la progresiva integración de Ucrania en el mercado interior de la Unión Europea) y? apenas nos movilizamos; no, miento, levantamos mucho polvo, pero aramos bien poco, solo someramente, la tierra. Simulamos estar preocupados por el destino común, pero nos inquieta exclusivamente el propio.

 

Y así nuestra Europa se ha doblegado ante tantos otros actores del panorama mundial; nos rendimos primero China, a quien estamos absolutamente atados porque, hace tiempo, decidimos que fueran ellos quienes fabricasen aquello que nosotros necesitamos, después lo hicimos ante Rusia, a quien le compramos la energía que podríamos producir y no producimos porque preferimos ruinosas inversiones en placas solares (que se hacen en China) y en molinos, por no hablar de nuestra inexorable dependencia de Emiratos y demás jarca mora respecto del petróleo.

 

Europa se ha preocupado, durante décadas, de vivir del happy flower y la equidistancia, de lo progre y de lo políticamente correcto (que no ha sido otra cosa que una desviación, viciada de múltiples sesgos, en la toma de decisiones políticas) y la vida nos viene a demostrar que, cuando cedes un paso, hay otro que ocupa ese sitio y ya nunca lo abandona.

 

Hoy ser europeo en mi país es ser un ciudadano libre para pagar impuestos de más por medidas que los políticos a quienes elegimos tomaron de menos.

Hoy ser europeo en mi país es sufrir carencia de médicos y enfermeras porque los políticos a quienes elegimos prefieren nombrar embajadores en Misión Especial para la Crisis Internacional Covid-19 y la Salud Global (ahora que la pandemia está acabándose) o en Misión Especial para la Política Exterior Feminista (cuando lo de casa está sin arreglar); todo sea por colocar a un amigo, antes que salvar una vida.

 

Hoy ser europeo en mi país es ver hundirse en verdadera pobreza energética a quienes los que hoy gobiernan decían defender cuando el Megavatio hora costaba 70€, pero de quienes se han olvidado cuando ha llegado a costar 700€ … y no sale nadie a la calle a protestarlo.

 

Hoy ser europeo en mi país es ver cómo cualquier principio moral vale menos que cualquier sillón.

 

Ser europeo hoy en mi país es ver morir al Campo y seguir comprando las naranjas en Marruecos, asistir al entierro de la Industria textil y continuar adquiriendo prendas a Bangladesh o Turquía.

 

Hoy, ser europeo en mi país es quejarse porque las vacas cagan y comprar la carne en Argentina.

 

Ser hoy europeo en mi país es permitir que Ucrania se desangre porque dependemos tanto de terceros, entre ellos del invasor ruso, que no tenemos capacidad de decidir por nosotros mismos.

 

Y es que éso es lo que elegimos cuando determinamos ser europeos… perdimos gran parte de nuestra capacidad para optar por nuestro propio destino.

 

Me levanté esta mañana y no me sentí especialmente europeo… quizás ya lo has notado. Espero que, en lo que resta de día, no acabe sintiendo que tampoco soy del Pucela…

 

¡Llevamos dos años y pico en los que no hay un día bueno, vaya tela!