Después de las Elecciones Municipales de 2015, y tras perder el PP la mayoría absoluta, todo hacía presagiar que la legislatura iba a ser movidita, que iba a tener su miga. Sin embargo, nadie presagió algo parecido a lo vivido durante los tres años que llevamos desde aquel mes de mayo en el que todo cambió por completo. 

El lío comenzó unos días antes de la legislatura. PSOE, con 7 concejales, e Imagina, con 6, se pusieron de acuerdo para gobernar y solo necesitaban el voto de Ciudadanos, que tenía cuatro, eran suficientes para desbancar a Javier Lacalle de la alcaldía. Sin embargo, Gloria Bañeres decidió votarse a sí misma y en el camino perdió a una edil, Silvia Álvarez De Eulate, que pasó a ser no adscrita. El resultado de la votación es conocido.

Apenas un año más tarde, y tras salir a la luz el presunto cobro doble de dietas de Fernando Gómez, el Grupo Popular decidió expulsarle de la formación y le exigió su acta de concejal. Sin embargo, éste tampoco cedió a la presión y se unió a Eulate en la bancada de no adscritos. Unos meses después, los grupos de la oposición estuvieron a punto de aprovechar la situación para ejecutar una moción de censura que nunca se llegó a producir porque C's lo paró en seco por mandato de Luis Fuentes y Albert Rivera. 

Y a falta de un año para que se celebren las próximas elecciones, la plantilla de no adscritos ha reclutado a dos nuevos concejales para la causa. La crisis en Imagina ha obligado a la formación ciudadana a expulsar a Raúl Salinero y a Blanca Guinea y éstos seguirán trabajando de manera autónoma. 

Esta peculiar situación, inédita en el Ayuntamiento de Burgos, supone que los no adscritos sean más concejales que Ciudadanos y tengan la misma representación que Imagina. Solo el PSOE mantiene su formación con los mismos ediles con los que comenzó en 2015. Así parece que concluirá la décima legislatura del Consistorio en la historia de la democracia, aunque teniendo en cuenta cómo se ha desarrollado, no es descartable alguna que otra sorpresa más.