¿Verano o invierno? Según la ciencia, nos adaptamos mejor al frío que al calor

Un estudio sobre los registros de temperatura europeos entre 2003 y 2020 constata que el riesgo relativo de muerte es más elevado en días de calor que de frío

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¿Verano o invierno? Según la ciencia, nos adaptamos mejor al frío que al calor
Termómetro en una vivienda. (Foto: Ical)
Daniel Bajo Peña
Daniel Bajo Peña
Lectura estimada: 3 min.

Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) demuestra que la población europea se adapta mejor a las bajas temperaturas que a las altas producidas en las dos últimas décadas.

Este estudio liderado por el ISGlobal, que es un centro impulsado por la Fundación "La Caixa", se ha llevado a cabo en colaboración con el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) y lo ha publicado la revista The Lancet Planetary Health.

La investigación muestra que en los últimos años ha habido una disminución significativa del riesgo de mortalidad relacionada con el frío, en comparación con la primera década de los años 2000.

Tras analizar los registros de temperatura y mortalidad de más de 800 regiones de 35 países europeos durante el período 2003-2020, el equipo científico descubrió que el riesgo relativo de muerte en las temperaturas más bajas disminuyó en un 2% anual.

Por lo que respecta al riesgo relativo de muerte en las temperaturas más altas (calor extremo) también disminuyó, pero a una tasa media más baja del 1% anual.

Tradicionalmente, los estudios de este tipo se han basado en umbrales de temperatura fijos para calcular los riesgos, sin tener en cuenta que la vulnerabilidad ante unas mismas temperaturas no es igual en todas las regiones de Europa.


La temperatura de riesgo extremo

 

Para superar esta limitación, el equipo desarrolló un nuevo concepto: la temperatura de riesgo extremo (ETR, por sus siglas en inglés).

Al cruzar los datos regionales de temperatura y mortalidad, este nuevo enfoque permitió calcular la temperatura a la que el riesgo de muerte supera un determinado umbral para cada zona geográfica. Los investigadores también tuvieron en cuenta las variaciones en la mortalidad para reflejar las adaptaciones a la temperatura a lo largo del tiempo.

Utilizando esta metodología, el equipo observó que en el período 2003-2020 Europa experimentó 2,07 días menos de frío peligroso (días de frío-ERT) cada año, y que por el contrario, los días de calor peligroso (días de calor-ERT) aumentaron en 0,28 días por año.

Curiosamente, no todas las partes de Europa se vieron afectadas de la misma manera, y por ejemplo, las regiones del sureste de Europa, a pesar de sus condiciones más cálidas, tuvieron más días peligrosos de calor y frío, que causaron un mayor riesgo de mortalidad asociada.

La vulnerabilidad ante temperaturas extremas varía mucho de un lugar a otro, y las regiones del sur de Europa son más sensibles a los cambios de temperatura que las del norte.

Los resultados del estudio muestran que, si bien Europa ha realizado progresos en la adaptación al frío, las estrategias para hacer frente a la mortalidad relacionada con el calor han sido menos eficaces.

El estudio pone de manifiesto la necesidad de avanzar más en las medidas actuales de adaptación al calor y en los planes de acción calor-salud.

 

Efectos combinados de temperatura y contaminación

 

El equipo también analizó la frecuencia con la que se producían temperaturas de riesgo extremo en días con niveles de contaminación atmosférica superiores a los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La coincidencia de estos dos eventos, conocida como "días compuestos", se produjo en el 60% de los días de calor peligroso y en el 65% de los días de frío peligroso.

Con el tiempo, estos días compuestos han ido disminuyendo, excepto la combinación de días peligrosamente calurosos y altos niveles de contaminación por ozono (O3), que aumentó a un ritmo de 0,26 días por año.

El ozono es un contaminante secundario que se forma en la atmósfera como resultado de la interacción entre otros gases y la radiación solar.

A medida que se intensifica el calentamiento global, los episodios combinados de calor y ozono se están convirtiendo en una preocupación inevitable y urgente para Europa, indican los investigadores.

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