La procesión de la Borriquilla, una de las más esperadas del Domingo de Ramos en Burgos, ha logrado salir finalmente a la calle, aunque con cambios sobre la marcha y bajo un cielo que no terminaba de decidirse. Desde primera hora de la mañana, la amenaza de lluvia marcó el ritmo de la jornada, obligando a adaptar horarios y recorridos. A las puertas de la Catedral, el desconcierto se palpaba entre cofrades, costaleros y fieles que aguardaban con palmas en mano, sin saber si la procesión podría celebrarse o no.

El día había comenzado con la tradicional bendición de ramos en San Lorenzo, oficiada por el arzobispo Mario Iceta, y la posterior misa en la Catedral. Sin embargo, a mediodía, el arranque de la procesión de las Palmas quedó en el aire. Aunque las cofradías participantes se dispusieron a salir, la Cofradía de la Coronación de Espinas y de Cristo Rey —encargada de portar la imagen de Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén— detuvo el paso en el último instante. La talla, protegida con un plástico improvisado, regresó momentáneamente al interior del templo, generando escenas de sorpresa y resignación entre los asistentes.

Finalmente, y tras comprobar una leve mejora en el tiempo, la Borriquilla salió a la calle pasadas las 13:30 horas, con un recorrido reducido que llevó la imagen desde la Catedral hasta la iglesia de San Lorenzo. Aunque sin la solemnidad habitual y con muchos ajustes sobre la marcha, la procesión pudo vivirse con emoción. A lo largo de la calle La Paloma, San Lorenzo y la plaza del Rey San Fernando, la imagen fue recibida con aplausos por los burgaleses que, paraguas en mano, no quisieron perderse el simbólico inicio de la Semana Santa.